Introducción

Los crímenes y atrocidades perpetrados por el Ejército Imperial Japonés durante la ocupación de China, Filipinas, Nueva Guinea, Birmania y otros países del Sudeste Asiático entre 1931 y 1945, superaron en no pocas veces los peores crímenes cometidos por los nazis (incluyendo los peores cometidos en el frente oriental). Tales crímenes apenas son conocidos o no han sido divulgados de una forma acorde a su colosal magnitud e importancia.

No sería exagerado afirmar, que son probablemente los peores crímenes cometidos contra población civil de todo el siglo XX, e incluso algunos podrían forman parte de los peores de toda la Historia. George Weller describió la invasión y ocupación japonesa como «años de tortura indescriptibles para el mundo civilizado».

No sería exagerado afirmar, que son probablemente los peores crímenes cometidos contra población civil de todo el siglo XX, e incluso algunos podrían forman parte de los peores de toda la Historia, como es el caso Nanjing y sus 150.000 muertos, según las estimaciones más bajas. Por ejemplo, durante la toma de la ciudad, una práctica que se dio a menudo entre los japoneses y fue descrita por supervivientes, era la de abrir «el estómago de mujeres embarazadas para clavarles la bayoneta a los fetos». [3]

Si muchos oficiales de la Wehrmacht quedaron impactados por la espeluznante brutalidad de la muy católica ustacha croata,[1] muchos ustachi bien podrían haberse quedado helados ante algunos de los métodos empleados por soldados japoneses o por el Kenpeitai. George Weller describió la invasión y ocupación japonesa como «años de tortura indescriptibles para el mundo civilizado». [4]. Este reportaje es una breve síntesis de un holocausto desconocido en una era de información masiva.

Estación Sur de Shanghái. 28 de agosto de 1937. Fotografía: H. S. Wong.
Estación Sur de Shanghái. 28 de agosto de 1937. Fotografía: H. S. Wong. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/1/13/Bloody_Saturday%2C_Shanghai.jpg/1024px-Bloody_Saturday%2C_Shanghai.jpg
Civiles chinos enterrados vivos en Nanjing.
Civiles chinos enterrados vivos en Nanjing. Departamento de Historia de la Universidad de California, Santa Bárbara El Salón Conmemorativo de las Víctimas en la Masacre de Nanjing por Invasores Japoneses

Un conjunto de atrocidades (casi) sin parangón

Los asesinatos en masa de Nanjing (diciembre de 1937), el canibalismo de los soldados japoneses, las torturas salvajes como castigos contra la población o en interrogatorios, la red de casas de «mujeres confort» en los países ocupados, los enterramientos en vida de chinos capturados, los experimentos con humanos del teniente general Shiro Ishii y su Unidad 731, que dejarían a Joseph Mengele como un mero aficionado con escrúpulos, las inmolaciones de Iwo Jima y Okinawa en las que se utilizaron a mujeres y niños en oleadas humanas contra tropas estadounidenses, las condiciones de vida en los campos de prisioneros, las marchas de la muerte, el uso masivo de mano obra de esclava, las hambrunas provocadas, la liberación de ratas infestadas con pulgas que portaban patógenos modificados y más resistentes de peste bubónica en China, o las «prácticas» de bayoneta con prisioneros, son solo un pequeño resumen de algunos de los comportamientos más inhumanos que recuerda la Historia del siglo XX. [2]

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Aunque muchos japoneses consideraron una catástrofe la rendición incondicional ante EEUU, lo cierto es que esta rendición fue la opción más favorable que se les pudo presentar a los japoneses cuando lo tenían todo perdido. Desde un punto de vista emocional y visceral, podría decirse que aquel Japón militarista debía de haber terminado al menos como la Alemania nazi.

La paradoja de las bombas atómicas Little Boy y Fat Man es que permitieron a Japón sobrevivir a la completa destrucción, mantener su idiosincrasia, tradiciones, cultura y la propia figura del emperador, además de asegurar el periodo de paz más largo de la Historia. La por entonces inminente invasión (la URSS declara la guerra Japón el 8 de agosto) y posterior ocupación soviética del norte de Japón, habría conllevado la firma de otro acuerdo de paz por separado con la URSS y, por lo tanto, la división del país en dos zonas y la más que probable desaparición del sistema político – social japonés en la zona rusa.

Por otro lado, y como se ha indicado, la invasión terrestre de Japón fue un tema muy controvertido por la destrucción y el coste humano que podría haber conllevado. Es importante resaltar que Japón había permanecido a salvo de invasiones extranjeras durante los últimos 2000 años. La mayoría de la población japonesa jamás habría permitido de buena gana una invasión y ocupación del país sin el apoyo explícito del emperador, lo que hubiera conducido a la completa destrucción del país en una campaña militar que bien podría haber causado cientos de miles de muertos en ambos bandos.

En este sentido, la Junta de Jefes de Estado Mayor del Ejército estadounidense hizo un cálculo de las bajas que hubiera supuesto una invasión a las islas principales de Japón, basándose en la experiencia previa de la guerra en el Pacífico, pero también teniendo muy cuenta el colosal esfuerzo humano y material que requirió la invasión y conquista de la Alemania nazi. Y todo ello, teniendo en cuenta que la Alemania nazi ya estaba completamente en retirada y derrotada a mediados de 1943, especialmente tras la ofensiva de Kursk. Solo la toma de Berlín causó más 100.000 soldados soviéticos muertos. [10] [C] Y todo parecía indicar que la resistencia japonesa sería aún mucho más fanática.

Las atrocidades del imperialismo japonés en el Sudeste Asiático permanecen prácticamente en el olvido y en el desconocimiento. Rara vez se mencionan en toda su extensión y crudeza, mientras cada año, la conmemoración de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, refuerzan en todo el mundo la idea de Japón como víctima y el «nunca más», mientras millones y millones de muertos a manos japonesas carecen de cualquier clase de reconocimiento o memorial que las recuerde salvo en sus propios países.

FUENTES

ANEXO

  • [A] Según Laurence Rees «Los prisioneros europeos se beneficiaban de un edicto real de 1880 que estipulaba que las fuerzas armadas japonesas debían tratar a los prisioneros capturados con respeto. El edicto imperial, a su vez, obedecía al deseo que a la sazón sentían los japoneses de comportarse como una nación moderna y occidental, y a sus ganas de subrayar los elementos de compasión que siempre habían existido en el código de los guerreros japoneses. Como es sabido, Japón estuvo aislado del resto del mundo hasta la segunda mitad del siglo XIX. También es de sobra conocido el precipitado deseo de Japón en los años inmediatamente posteriores de adoptar los inventos y la industria occidental. Sin embargo, no todo el mundo está al corriente de la revolución política que se estaba produciendo en esos mismos años, una revolución que tendría unas consecuencias de envergadura. Uno de los pilares de esta revolución era la profunda transformación que estaba sufriendo la figura imperial. Durante dos mil años, el trono de Japón lo había ocupado un emperador. Sin embargo, en los últimos seiscientos, bajo el dominio del Shogun (el señor de la guerra más poderoso del país) y de la élite guerrera, el emperador apenas había tenido un poder real, pues se le consideraba como una figura demasiado «especial» para importunarla con las tareas de gobierno. Durante esos años, fueron los sucesivos shogunes quienes dominaron Japón. La llegada del comandante Matthew Perry y de sus navíos de guerra norteamericanos a la bahía de Tokio en 1853, con la misión de abrir Japón al comercio internacional, no solo sirvió para vehicular el deseo de los japoneses de familiarizarse con la tecnología occidental; también alentó unos cambios políticos profundos. En las disputas y el desconcierto que se apoderaron de la élite japonesa a raíz de la visita de Perry, el poder comenzó a regresar lentamente a manos del emperador, al tiempo que los clanes rivales que habían dominado el shogunato, se enzarzaban en luchas intestinas. En medio de aquel conflicto, el emperador Komei murió en febrero de 1867. Lo sucedió su hijo, Meiji, de quince años. La institución imperial iniciaba así una nueva etapa».
    [Holocausto asiático. Los crímenes japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Laurence Rees. (pag. 19)]
  • [B] Según Chalmers Johnson, «tratar de establecer cuál de los dos agresores del Eje, Alemania o Japón, fue el más brutal hacia los pueblos que persiguió no tendría sentido. Los alemanes mataron a 6 millones de judíos y 20 millones de rusos [sic, por soviéticos]; los japoneses masacraron a 30 millones de filipinos, malayos, vietnamitas, camboyanos, indonesios y birmanos y, al menos, a 23 millones de chinos. Ambas naciones saquearon los países que conquistaron a una escala monumental, aunque Japón robó más durante un periodo más largo que los nazis. Ambos conquistadores esclavizaron a millones y los explotaron como mano de obra forzada —y, en el caso de los japoneses, como esclavas sexuales, Mujeres de consuelo para las tropas en la línea de combate. En el caso de ser prisionero de guerra de los nazis procedente del Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia o Canadá (pero no Rusia), se enfrentaban a una tasa de mortalidad del 4%; [en comparación] la tasa de mortalidad para los prisioneros de guerra aliados detenidos por los japoneses era de casi el 30%».
    [Lootin of Asia. Chalmers Johnson]
  • [C] Operación Downfall / Olympic.
    Bajo esta premisa, en abril de 1945, los Jefes de Estado Mayor Conjunto adoptaron formalmente un documento de planificación que brindaba una gama de posibles víctimas.
    Un cálculo inicial para una campaña de 90 días en la que hubieran participado 766,700 soldados, estimó en 149,046 las víctimas estadounidenses (incluyendo 28,981 muertos y desaparecidos) bajo la «Experiencia Europea» (0,42 muertos y desaparecidos y 2,16 víctimas totales / 1,000 hombres / día) y 514,072 víctimas (incluyendo 134,556 muertos y desaparecidos) bajo la «Experiencia del Pacífico» (1.95 muertos y desaparecidos y 7.45 víctimas totales / 1,000 hombres / día).
    [No Bomb: No End. Richard B. Frank. pp. 374–375 Retrieved 23 August 201. http://coachfleenor.weebly.com/uploads/6/6/7/3/6673552/no_bomb_no_end.pdf]
    Para mantener una campaña continuada solo en la pequeña isla archipiélago sur de Kyushu, se estimó una fuerza mínima de reemplazo de 100,000 hombres por mes [Giangreco, Dennis M. (2009). Hell to Pay: Operation Downfall and the Invasion of Japan, 1945–1947. Annapolis, MD: Naval Institute Press. ISBN 978-1-59114-316-1]
    Otros altos oficiales y líderes estadounidenses hicieron sus propios cálculos:
    Al asumir el general Curtis LeMay el mando de la fuerza B-29 en Guam, el general Lauris Norstad le escribió una carta en la que estimaba en «medio millón» los muertos.
    [Iron Eagle: The Turbulent Life of General Curtis LeMay. Coffey, Thomas M. (1988). p. 474. New York: Avon Books. ISBN 978-0-380-70480-4]
    En la primavera de 1945, las Fuerzas de Servicio del Ejército bajo el mando del Teniente General Brehon B. Somervell determinaron «aproximadamente» 720,000 soldados para los reemplazos proyectados necesarios destinados a cubrir a «heridos muertos y evacuados» hasta el 31 de diciembre de 1946, que era para toda la invasión, incluido Honshu. Estas cifras eran solo para el personal del Ejército y la Fuerza Aérea del Ejército, y no incluyen los reemplazos necesarios para la Armada y el Cuerpo de Marines. [Giangreco, Dennis M. (2009). Hell to Pay: Operation Downfall and the Invasion of Japan, 1945–1947. pp. 53. Annapolis, MD: Naval Institute Press. ISBN 978-1-59114-316-1]
    El equipo del almirante Nimitz estimó 49,000 bajas estadounidenses solo en los primeros 30 días de la Operación Olímpica, incluyendo 5,000 en el mar. [Downfall: The End of the Imperial Japanese Empire. Frank, Richard B. (1999). p. 137. New York: Random House. ISBN 978-0-679-41424-7]
    El equipo del general MacArthur estimó en 23,000 las bajas estadounidenses durante los primeros 30 días de la operación Olympic y 125,000 tras 120 días, luchando contra una supuesta fuerza japonesa de 300,000 [pp. 137–138] (en realidad, unas 917,000 tropas japonesas estaban en Kyushu, [pp. 93] lo que implicaría x3.05 más bajas o 381,000). Cuando estas cifras fueron cuestionadas por el general Marshall, MacArthur presentó una estimación revisada de 105,000, en parte deduciendo hombres heridos capaces de regresar al servicio [p. 138.].
    [Downfall: The End of the Imperial Japanese Empire. Frank, Richard B. (1999). p. 137. New York: Random House. ISBN 978-0-679-41424-7]
    El presidente Truman, tomando la Batalla de Luzón como el mejor modelo de cálculo, estmó que se sufrirían 31,000 bajas en los primeros 30 días, un total de 70,000 bajas estadounidenses en la batalla de Kyushu usando la proyección de junio de 350,000 defensores japoneses (o 183,365 bajas estadounidenses cuando se tiene en cuenta la fuerza japonesa real de 916,828). [p. 140–141].
    [Downfall: The End of the Imperial Japanese Empire. Frank, Richard B. (1999). p. 137. New York: Random House. ISBN 978-0-679-41424-7]
    El almirante Leahy, que había quedado conmocionado por la Batalla de Okinawa, consideró una tasa de bajas del 35% (lo que implica una cifra máxima de 268,000). [p.142]
    El almirante King estimó que durante los primeros 30 días caerían entre 31,000 y 41,000. [p.142]
    En julio de 1945, el Jefe de Inteligencia de MacArthur, el mayor general Charles A. Willoughby, advirtió de entre 210,000 y 280,000 bajas de batalla en el primer tercio del camino hacia Kyushu. Incluso cuando se redujo a la conservadora cifra de 200,000, el cálculo final implicaba un total de casi 500,000 pérdidas, de las que, quizás, 50,000 podrían regresar al servicio después de un cuidado leve a moderado.
    [Hell to Pay: Operation Downfall and the Invasion of Japan, 1945–1947. Giangreco, Dennis M. (2009). pp. 47. Annapolis, MD: Naval Institute Press. ISBN 978-1-59114-316-1]
    El Sexto Ejército de EE. UU que había sido el escogido para llevar a cabo los principales combates terrestres en Kyushu, estimó una cifra de 394,859 bajas, todas ellas lo suficientemente graves como para ser retiradas permanentemente de nuevas llamadas a filas durante los primeros 120 días, lo que implicaba no poder asegurar un reemplazo de tropas del frente entre muertos, heridos y por fatiga de combate.
    [Hell to Pay: Operation Downfall and the Invasion of Japan, 1945–1947. Giangreco, Dennis M. (2009). pp. 104. Annapolis, MD: Naval Institute Press. ISBN 978-1-59114-316-1]
    Un estudio realizado por el personal del Secretario de Guerra Henry Stimson y dirigido por William Shockley estimó que invadir Japón costaría entre 1,7 y 4 millones de bajas estadounidenses, incluyendo entre 400,000 y 800,000 muertes, y entre 5 y 10 millones de muertes japonesas. Este enorme cálculo se hizo con base a la participación a gran escala de civiles japoneses en la defensa de Japón.
    [Downfall: The End of the Imperial Japanese Empire. Frank, Richard B. (1999). p. 340. New York: Random House. ISBN 978-0-679-41424-7].
    El propio secretario de guerra Henry L. Stimson declaró: «En mi opinión, tendremos que pasar por una pelea de finalización aún más amarga que en Alemania. Vamos a incurrir en las pérdidas relacionadas con tal guerra y dejaremos las islas japonesas aún más destruidas que fue el caso de Alemania».
    [Henry L. Stimson, The Decision to use the Atomic Bomb. pp. 11 Retrieved 23 August 2015. http://www.columbia.edu/itc/eacp/japanworks/ps/japan/stimson_harpers.pdf]
    Todos los cálculos eran mucho mayores comparadas con las perdidas de los aliados occidentales desde el día D hasta el día VE (Victoria en Europa), que ascendieron a 766,294 bajas. [The Last Offensive pp. 478 Retrieved 23 August 2015. http://ibiblio.org/hyperwar/USA/USA-E-Last/USA-E-Last-20.htm]
    A estos cálculos habría que añadir que, en caso de Japón fuera invadido, las directivas militares del ejército imperial ordenaban la ejecución de todos los prisioneros de guerra, una cifra que hacia el final de la guerra era de unos 100.000 prisioneros aliados.
  • [D] Democidio. Concepto creado por el investigador político R. J. Rummel para definir de forma más completa y legal el genocidio. Así, Rummen considera el democidio «el asesinato de cualquier persona o personas por parte de un gobierno, incluyendo genocidio, asesinatos políticos y asesinatos masivos».
    [Definición de democidio – por R. J. Rummel, de su libro Death by Government. http://www.hawaii.edu/powerkills/DBG.CHAP2.HTM
    WW2 Military and Civilian Death Toll by Country (in true scale). Statistics and data. https://www.youtube.com/watch?v=oCiZdXQGdek]
  • [E] Los crímenes de guerra y atrocidades japonesas, al igual que en la guerra en Europa, no eran ejecutados siempre por japoneses, sino que en dichos crímenes participaron pequeñas minorías de los diferentes países asiáticos y del Pacífico invadidos u ocupados por Japón. Alguna de estas minorías establecieron alianzas sólidas con las que los militares japoneses, mientras que otras bien forzadas a colaborar por diversas razones, como someterlas a privaciones o por mera antipatía hacia las potencias occidentales.
    [The collapse of a colonial society. The Dutch in Indonesia during the Second World War. Louis de Jong. KITLV Press. pp. 40, 42, 45, 203-204, 305-307, 311-312, 328, 373-374, 386, 391, 393, 429, 488. ISBN 90 6718 203 6]
  • [F] Japón fue de lejos, el mayor productor de opio en Asia durante la primera mitad del siglo XX, inicialmente en su colonia de Corea y luego en Manchuria a partir de en 1931. Lootin of Asia. Chalmers Johnson. http://www.africaspeaks.com/reasoning/index.php?topic=956.0;wap2
  • [G] The Emptiness of Affluence in Japan. Gavan McCormack. https://tinyurl.com/vlajozj. Blood and Soil: A World History of Genocide and Extermination from Sparta to Darfur. Ben Kiernan. https://tinyurl.com/sy2bqtd
  • [H] Geri. «En Japón, el objetivo final siempre es preservar la armonía del grupo. Por este motivo, el concepto del ‘geri’ ocupa un lugar central. La traducción más habitual que se hace de ‘geri’ es «deber», pero no acaba de ser del todo precisa. En Occidente, el «deber» puede ser la adhesión a una idea abstracta, como por ejemplo la de «justicia». En Japón, no obstante, solamente el grupo define el ‘geri’. Los valores éticos son los que marca la cúpula, de ahí que, en los años treinta, el emperador fuera un dios y los chinos, seres infrahumanos. Los estudiantes japoneses aprendían estos valores corruptos, que les repetían que eran honorable».
    [El holocausto asiático. Los crímenes japoneses em la Segunda Guerra Mundial. Laurence Ress. pag. 202]
  • [I] Complejo de Ping Dan de la Unidad 731. En 1938 se empezó a construir el complejo de investigación de la Unidad 731 en Ping Fan. Se extendía a lo largo de 3 kilómetros cuadrados de terreno y tardó dos años en terminarse. La base era tan secreta que los aviones militares japoneses tenían prohibido sobrevolar la zona. «El propósito de sus experimentos era conocer las enfermedades más virulentas para uso militar. Intentaron de todo, pero de hecho ocurrió que la antigua peste bubónica medieval, era la peor enfermedad posible. Menos mal que realizaron estos experimentos en la lejana Manchuria porque al final, Ishii almacenó tanta plaga bubónica como para eliminar a toda la raza humana».
    [Los últimos secretos del Eje. Last secrets of the Axis en inglés). What If Productions / Alba Communications. George Kerevan]
  • [J] Experimentos para el uso en bombardeos de patógenos de peste bubónica. Los experimentos de bombardeo con pulgas de peste bubónica revelaron que los frágiles microbios morían a causa de las altas presiones y temperaturas. Para resolver el problema de la propagación, Ishii recurrió al uso de pulgas debido a que fuera del cuerpo humano, el germen de la peste bubónica muere rápidamente. La picadura de una pulga puede transferir 24.000 microbios de la peste, una plaga, a un ser humano. El siguiente paso era buscar la forma de esparcir las pulgas sin usar los métodos tradicionales de bombardeo, los cuales las habrían matado con la explosión. Ishii finalmente dio con la solución utilizando para las carcasas de las bombas arcilla y porcelana. La arcilla no solo reducía el peso y permitía transportar más carga, también permitía preservar las pulgas portadoras y de esta forma podían quedar esparcidas sobreviviendo un 80% del total de cada bomba. En 1944, Ishii desarrolló su primera bomba biológica que estaba compuesta de dos partes, un contenedor de porcelana que frena un paracaídas y va cargado con 30.000 pulgas portadoras de la plaga y oxígeno para mantenerlas vivas. Gracias a un radiofaro, la bomba detona cuando llega a una altitud prefijada. «El experimento probó que el 80 por ciento de las pulgas portadoras de bacterias, sobrevivieron a la explosión. Así que Ishii sabía que había logrado un arma y rápidamente comenzó a trabajar en bombas biológicas de ántrax y de tifus. Solo le quedaba demostrar que mataban a personas y esta es la parte más horrible de sus experimentos más allá de la tecnología. Experimento con personas vivas para demostrar que sus armas funcionaban. Utilizó a campesinos y soldados chinos cautivos y sobre todo a pilotos prisioneros del bando aliado».
    [Los últimos secretos del Eje. Last secrets of the Axis en inglés). What If Productions / Alba Communications. George Kerevan]
  • [K] Uso de armas biológicas tras el bombardeo de James H. Doolittle. En otoño de 1941, el primer ministro Hideji Tojo condecoró a Ishii por el ataque que el Ejército Imperial llevó a cabo contra el Ejército chino en el importante centro de comunicaciones de Changte usando agentes patógenos de la peste bubónica. Cuando el 18 de abril de 1942, EEUU ataca por primera vez Japón con 16 bombarderos B-25 a las órdenes de James H. Doolittle, el Ejército imperial respondió atacando aquellas partes de China en las que se creía que habían aterrizado los bombarderos. En un plan urdido por Ishii. «Los japoneses simularon la retirada para que los chinos avanzarán, pero sembraron el suelo por el que debían pasar los chinos con armas biológicas mortales. Destacamentos del equipo de guerra biológica de la unidad 731 contaminaron los depósitos, los ríos y los pozos con microbios de cólera, disentería, tifus, peste y ántrax. La trampa surtió efecto. Aproximadamente un cuarto de millón de civiles y militares chinos murieron en los vengativos ataques como respuesta al bombardeo de Doolittle. Mucha gente murió como resultado de la guerra biológica. Mediante la utilización de enfermedades naturales, los japoneses podían ocultar las verdaderas cifras».
  • [Los últimos secretos del Eje. Last secrets of the Axis en inglés). What If Productions / Alba Communications. George Kerevan]
  • John Rabe y La Masacre De Nanking. https://www.youtube.com/watch?v=Z-exJEZO33c
  • The Rape Of Nanking: The Forgotten Holocaust Of World War II Kindle Edition. Iris Chang
  • 12 The Legacy of World War II in Japanese Foreign Policyç
    https://icds.ee/the-legacy-of-world-war-ii-in-japanese-foreign-policy/
  • When Doctors Kill: Who, Why, and How. Joshua A. Perper, Stephen J. Cina. https://tinyurl.com/tz3bwqn
  • Terrifying: Japan Used Biological Weapons on China During World War II. https://nationalinterest.org/blog/buzz/terrifying-japan-used-biological-weapons-china-during-world-war-ii-51052
  • El Kempeitai recurría habitualmente a métodos de interrogatorio extremadamente crueles y sádicos. [El Holocausto asiático página.  página  117 118 119]
  • Documental. Unidad biológica 731. Anita McNaught. 2002. Fiona Murch. BBC.